¿Iglesia en salida en tiempos del COVID?

Los tiempos del COVID han traído innumerables desafíos y no menos preguntas. Existe un conjunto de preguntas que tienen que ver con la continuidad del culto, pues la mayoría de los templos están cerrados o han suspendido la celebración de misas y otros actos.

El hecho suscita varias interpretaciones que van desde aquellos que lo toman como un ataque a la libertad religiosa y los que consideran que ‘no pasa nada’ evidenciando una situación de irrelevancia de la religión en el mundo actual.

Como se suele decir, la necesidad es la madre de la inventiva, por lo que hay que ver que esta situación ha derivado en un insospechado auge de los servicios pastorales mediados por las nuevas tecnologías.

Párrocos que anteriormente eran escépticos del aprovechamiento de estas tecnologías, en parte porque no estaban familiarizados con las mismas, ahora se han volcado apoyados por numerosos fieles que han aportado el conocimiento necesario para echar a andar esta celebración.

Esto no sólo ocurre por la necesidad de hacer algo, de no parar y de seguir cumpliendo la función y responsabilidad de la cura pastoral de las comunidades, sino que también es algo que la gente busca en momentos de prueba. Es difícil estimar las audiencias reales, en particular porque hay miles de canales, pero una búsqueda de «la misa del día» arroja numerosos resultados y cada uno de ellos tiene miles de reproducciones, incluso decenas de miles. Probablemente se pueda pensar que haya más fieles conectados a la misa on line que a la celebración presencial si esta pudiera llevarse a cabo.

Esta situación merece varias reflexiones. La primera tiene que ver con el final de los pretextos. Aquellos que hasta ahora han sido renuentes a implementar y aprovechar los actuales medios para llegar a sus fieles, ya no puede excusarse en el futuro. En el mismo sentido, hay que pensar que la evangelización encuentra sus propios caminos y habría que establecer mecanismos más sistemáticos para la atención pastoral aprovechando las nuevas tecnologías. Lo que desde hace años veníamos denominado «ciberparroquia».

Este primer paso, nos debe mover a construir un modelo pastoral y litúrgico propio. Hay que pensarse en serio las rúbricas del misal romano «para la celebración de la misa on line». La atención pastoral en el ciberespacio no es sólo poner una cámara para reproducir lo mismo que se vería en directo.

De hecho, ya se puede observar que la celebración ocurre con diversas adaptaciones «de producción», como por ejemplo los cantos grabados, los encuadres de cámara para enfatizar la oración, el uso del micrófono. Una homilía concreta, no improvisada, entre otros.

Quedan dos temas de enorme importancia por revisar.

El rimero tiene que ver con el sacramento como signo sensible que debe estar al alcance del creyente. A pesar de todo lo bueno que pueda decirse de la celebración on line, existe la preocupación porque no está la presencia sensible del signo sacramental. ¿Qué tan determinante es esto?

Pensemos, por ejemplo en las velas. Las velas son un elemento obligado en la liturgia al punto de que enfatizan en cualquier espacio, desde el artarcillo doméstico, la presencia de lo sagrado. Antes de la introducción de la iluminación eléctrica, las velas no eran privativas del culto, ya que formaban parte de la vida cotidiana. Ahora están investidas de un simbolismo más fuerte cuando las reservamos no para iluminar nuestras noches, sino para acompañar nuestra oración.

En ese sentido, me parece que los signos de lo sagrado han ido transformándose como el estilo de vida ha ido cambiando. En la era de las comunicaciones digitales nuevos símbolos de lo sagrado pueden surgir. Este punto me conecta con el último, que desarrollo a continuación.

La religión es relación. La liturgia es una forma de comunicación y, como toda comunicación, es un circuito que va del emisor al receptor y de regreso, llevando un mensaje. Uno de los principales retos para la liturgia es operar auténticamente como acto comunicativo y en ese sentido, el feligrés de la ciberparroquia tiene que encontrar sus formas de expresión, de comunicación y de interlocución. La mera emisión unidireccional no resuelve este problema, de modo que se tienen que aprovechar diversos canales y abrirlos. Esto va desde quien pone una intención para la misa, pero no menos importante para quien pueda «tomarse de la mano» virtualmente.

Por último, observar la paradoja de que en tiempos de encierro la Iglesia por fin ha salido. Ha sido el encierro el que la ha catapultado a un nuevo areópago.

¿Cómo puede aprovechar este impulso? ¿Vólvera a retraerse la pastoral cuando pase la crisis?

¿Usted qué opina?

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