Categoría: Planeación Estratégica

En ti Confío: estrategia pastoral ante el terremoto de 2017

Confío en Ti

Estrategia pastoral ante el terremoto de 2017

 

La opción de fe que llamamos pastoral urbana se pone en práctica mediante acciones que comuniquen la buena noticia del amor de Dios a las personas que habitan la ciudad.

En estos días hemos experimentado momentos de gran solidaridad, amor y de gracia donde escuchamos a Dios que le habla a su pueblo a pesar de la destrucción, muerte, desesperanza, incertidumbre e incluso – en contadas ocasiones – de mezquindad y cobardía.

Sí, Dios habla. Quizá con las palabras de Jeremías (19,1-15). Recordemos que  Elías fue probado para escuchar a Dios, y, aunque para él no lo hizo por medio del terremoto, para nosotros sí lo hace (1Re 19, 3-15). Elías llegó al desierto huyendo y tan deprimido que deseaba la muerte, pero cuando Dios se le manifestó, recibió la vocación de ir a la ciudad de Damasco para restaurar un reino querido por Dios. Del mismo modo, podemos encontrar un momento de encuentro y vocación para una Iglesia que trata de entender cómo primerear y salir a anunciar la Buena Nueva en este tiempo de tribulación.

Convencidos de la pérdida de valores entre nuestros conciudadanos e incluso hasta escépticos de la capacidad de los agentes de pastoral para tocar la realidad de la ciudad, amanecimos este 19 de septiembre en un clima de desconfianza y escepticismo social.

Sin embargo, en nuestra reflexión para construir la pastoral urbana, hemos defendido el hecho de que los urbanos experimentan y expresan sus valores y su necesidad de fe de una manera particular con la que hay que aprender a dialogar. Nos parece que tras el terremoto esta lectura se confirma. La solidaridad espontánea, encabezada por muchos jóvenes, la reivindicación de la fe en el ser humano y en Dios, nos hacen palpable que este es un momento de gracia. Muchos, no precisamente del selecto club de cristianos comprometidos, son de los primeros que han respondido conforme a los valores del evangelio y están entre los que son buenos samaritanos de sus vecinos.

Nos atrevemos a afirmar que Dios ama tanto a esta ciudad que le ha mandado este terremoto para que sus habitantes nos encontremos y renovemos nuestra fe, confianza y amor. Sí, el costo es alto y amargo, pero también fértil semilla en la tierra.

Les pedimos recordar el origen de la pastoral urbana: justo el movimiento social y eclesial que siguió al terremoto de 1985. Aquel momento lanzó a la Iglesia a la calle… muchos recordamos a un seminarista de aquel entonces dirigiendo el tráfico en el Zócalo.

Sí, es muy triste que muchos templos estén dañados y no estén en posibilidades de continuar atendiendo el culto; esta circunstancia nos obliga a salir a la calle para dar testimonio de fe y encontrarnos con el urbano de la banqueta; no sólo al que está en desgracia, sino también al que se compadece y al que está aturdido sin saber qué hacer o cómo situarse en estos tiempos.

Se trata, entonces, de situarnos juntos en este momento.

 

Solidaridad inmediata, acompañamiento permanente, dinamismo creciente

 

Cada cual en sus posibilidades ha sabido responder con prontitud a la urgencia. La solidaridad es el primer testimonio de esperanza. El desbordamiento de la ayuda es una expresión de un primer movimiento del corazón que se compadece y hace suyas las necesidades ajenas. Sin duda, el alivio necesario de las necesidades más básicas no excluye la atención de las necesidades y heridas que se marcan en el alma. Las dudas e inquietudes, la búsqueda del sentido a la tragedia y al dolor son siempre un problema profundo que sólo se puede atender con la cercanía y la presencia.

Así como al final del novenario de difuntos los deudos se quedan solos y, a partir de ese momento, encaran la difícil tarea de afrontar la ausencia del ser querido, de manera semejante enfrentaremos, en poco tiempo, tanto a las personas que han sufrido más directamente como, en general, a la sociedad en su conjunto. La presencia eclesial no puede perderse. Corremos el riesgo de refugiarnos en la idea de que al aportar una ayuda material “ya cumplimos”.

En la etapa de recuperación muchos, que no tuvieron posibilidad de movilizarse en la primera etapa de emergencia, tendrán oportunidad de apoyar acompañando a sus vecinos, familiares, amigos y en general a sus conciudadanos.

Aunque un impulso natural del ser humano en una situación de crisis es recuperar la normalidad, esto es, retomar la vida en el punto que se encontraba antes de la crisis, de hecho, no se vuelve atrás. No es posible negar la realidad de destrucción nacida del sismo; con todo, el olvido es una tentación a nuestra mano. Así que el reto de mantener el dinamismo debe ser un objetivo.

Sabemos que después de la emergencia inicial la solidaridad pasará a una nueva etapa más burocratizada y la reconstrucción se convertirá en un proceso administrativo, por eso es importante preservar y construir medios que nos permitan mantener un contacto directo y personal con toda la gente.

La reacción a la crisis ha sido generosa y ha mostrado la capacidad social de confiar y de organizarse. En la siguiente fase también toca encontrar formas para mantener el dinamismo y nuestro compromiso como Iglesia. Este tendría que ser un objetivo que equiparara lo mejor del movimiento que siguió a los sismos del 85.

 

PRIMEROS ACUERDOS DE ACCIÓN PARA PONER EN MOVIMIENTO UNA PASTORAL URBANA ANTE EL TERREMOTO

 

1) La Coordinación de Pastoral Urbana organizará un equipo que elaborará unos materiales para la evangelización y catequesis en esta crisis. El objetivo de estos materiales es que se pongan a disposición de todas aquellas instancias y personas que puedan aprovecharlos.

2) Invitamos a que cada comunidad eclesial (Vicarías, Decanatos, Parroquias, etcétera) identifiquen y vinculen a las personas que están en posibilidad y voluntad de integrarse en equipos de evangelización. Estos equipos tendrán la encomienda de identificar los lugares en necesidad que estén cercanos a sus domicilios o comunidades (hospitales, derrumbes, albergues) y los visiten para ofrecer atención y apoyo espiritual. Para eso estarán a su disposición los materiales.

3) Aprovechar las estructuras existentes; sectores, iglesias de casa o centros de reunión para aplicar este material y ofrecer este acompañamiento espiritual.

4) Invitar a las familias que no tienen tiempo para aprovechar estos insumos u otros a través de redes sociales u otros medios.

5) Trasmitir a familiares, amigos o vecinos estos materiales para que los puedan aprovechar.

6) Se invita a movilizar la religiosidad popular: usar las calles, sacar las imágenes, mostrar la cercanía de Dios, de Nuestra Madre María Santísima y de los Santos, con su pueblo. Actuar como Iglesia en salida. Usar signos:  como la cruz y el logotipo de la solidaridad en el terremoto (Anexo)

7) Hay que entender que la ciudad cambiará. Posiblemente se establezcan centros para damnificados y muchos otros se irán con familiares, por lo que no estarán concentrados en un lugar particular, sino dispersos por toda la ciudad. Algunos vecinos se irán, otros vendrán. Por eso es importante crear nuevas redes que se articulen para un trabajo personal en la reconstrucción y en la creación de nuevas comunidades.

Es fundamental reconocer quiénes son los damnificados que pertenecen a nuestras comunidades desde los primeros días para reconocerlos, acompañarlos y conocer sus necesidades para darles el apoyo espiritual y material pero también el especializado que pueden brindar muchos otros miembros de la misma comunidad eclesial.

8) Dejen abierta la invitación para que todas las personas que quieran sumarse a este movimiento de espiritualidad y solidaridad puedan hacerlo.

9) El dinamismo espiritual tiene que traducirse en solidaridad efectiva, por lo que hay que mantener vivas las redes y en la expectativa para hacer más, conforme las circunstancias lo vayan pidiendo.

10) Este modelo es propio de la pastoral urbana, en ese sentido, se ofrece , quienes estén interesados, capacitación en este enfoque pastoral, para lo cual deberán comunicarse a info@pastoralurbana.info

Ciudad de México a 19 de septiembre de 2017

Las y los integrantes de la Comunidad Académica de la Maestría en Pastoral Urbana de la Universidad Católica Lumen Gentium

Sectorización Parroquial

El número 372 del Documento de Aparecida propone a las parroquias realizar una sectorización:

372. Teniendo en cuenta las dimensiones de nuestras parroquias, es aconsejable la sectorización en unidades territoriales más pequeñas, con equipos propios de animación y coordinación que permitan una mayor proximidad a las personas y grupos que viven en el territorio. Es recomendable que los agentes misioneros promuevan la creación de comunidades de familias que fomenten la puesta en común de su fe cristiana y las respuestas a los problemas. 

El criterio general de sectorización indica una división por un criterio «territorial». Desde la perspectiva de la pastoral urbana el criterio de territorialidad es complejo y no debe tomarse meramente como una extensión (calles, barrios, edificios), sino ante todo por los vínculos y mecanismos de vida y articulación social y cultural de cada ámbito. Por eso hablamos de «espacios humanos» para referirnos a aquellas apropiaciones que hacen las personas del territorio para su propia vida.

La cultura impregna también la división de esos espacios humanos y por lo tanto la sectorización tiene que abordarse con un enfoque más amplio y juicioso, con una etnografía cultual.

Como parte de su misión permanente, la Arquidiócesis de Bogotá ha emitido una guía metodológica para la sectorización. Esa guía puede descargarse desde este vínculo.

 

La Maestría en Pastoral Urbana incorpora los Métodos de Investigación Social para conocer de manera compleja y sistemática las necesidades de las comunidades a fin de atenderlas de manera pertinente y eficaz.

16 de Junio NUEVOS SUJETOS ECLESIALES

 

Introducción, por Fernando Falcó

La identidad social cristiana, la de las diversas comunidades de creyentes en Jesucristo, históricamente mantenida en relativa unidad hasta mediados del siglo XVI,  y que después de la Reforma luterana pervive bajo muchas denominaciones, está cruzada por una especie de aporía identitaria que brota de su pretensión original: estar en el mundo, sin ser del mundo. (Juan 17,11-14).

En el siglo III, la Carta a Diogneto, un escrito apologista de origen griego, expresa bellamente la pretensión cristiana en la sociedad:

Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás; sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta admirable, y por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos; como todos, engendran hijos, pero no exponen los que nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. A todos aman, y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se les injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros, por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.

Mas, para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y cristianos hay por todas las ciudades del mundo. Habita el alma en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del mundo. [1]

Estar en el mundo, no ser del mundo…, singular paradoja que la Carta a Diogneto desgrana finamente en representaciones idealizadas. En última instancia, la pretensión de existencia cristiana en medio del tejido social, remite a una suerte de imposible: ser y no ser al mismo tiempo; ser, sin ser; estar, sin estar; vivir la misma cultura y distinguirse; asemejarse en todo, teniendo otro origen. A diferencia de otras religiones que se determinaron más radicalmente por la segregación o por la adaptación social, el cristianismo, nunca ha renunciado –en el imaginario al menos– a reivindicarse por este doble estatuto.

Sin embargo, es verificable que también desde el origen, una y otra vez, las comunidades cristianas se encontraran a sí mismas seducidas por los usos y hábitos de las sociedades en las que tomaron forma. Los primeros cristianos, unas veces venidos de la diáspora judaica que se diseminó por todo el Imperio y otras veces de distintos estratos de las ciudades griegas y romanas, eran lógicamente proclives a reproducir la cultura, la estratificación social, la práctica cultural de sus ciudades y de sus filiaciones originales, mezclándolas con lo cristiano. Los testimonios escritos más antiguos son elocuentes, al reflejar a las primeras comunidades, como la de Corinto o la de Roma fácilmente reasimilada en su práctica a las estructuras sociales de las ciudades cosmopolitas griegas y romanas, de modo que continuamente se escucha reconvenir a los creyentes: “Y no se acomoden al mundo presente, ante bien transfórmense mediante la renovación de sus mentes…” (Rom. 12,2).

La persecución de que fue objeto la iglesia cristiana en el Imperio, entre otras razones, por razón de su negativa a rendirle culto al Emperador permitió que la identidad cristiana se fuera decantando y distinguiendo frente a la sociedad civil romana y frente al helenismo que dominaba la cultura. En un largo proceso de definición doctrinal, moral y organizacional, y en medio de una relativa marginación social, sobre todo por una sucesión de persecuciones, las iglesias cristianas fueron adquiriendo rasgos de una identidad cultural específica y contracultural en medio de las ciudades grecorromanas de Europa, Asia Menor y Africa. El giro constantiniano de mediados del siglo IV, modificó definitivamente el estatuto social y político de la religión cristiana. Desde entonces el cristianismo se convirtió en elemento de unificación del Imperio, y el poder imperial el que proveía a la unidad y fortalecimiento de la iglesia. La iglesia pasó a una situación enteramente novedosa: al martirio siguió el privilegio y el status de iglesia oficial. La marginación social quedó fuera de la iglesia, en los herejes y cismáticos. [2]

Durante las largas centurias medievales y sus resonancias, desde ese siglo IV, hasta que la Modernidad toma forma, iglesia cristiana y sociedad se identificaron crudamente en Occidente. En muchos ámbitos cultura moderna y cristiana tienen un único origen. El individuo moderno, es decir, autónomo, racional, medida de todas las cosas…, se remite como en uno de sus orígenes, al despoblamiento de los dioses del cosmos, que lo cristiano realiza exorcizando a la religión antigua, para encontrar, en última instancia, a Dios sólo en las personas. Único lugar sagrado, más allá de Dios mismo.

Sin embargo, a pesar de sus orígenes comunes, la sociedad moderna deriva sin más dioses que las racionalidades y la autonomía individual, mientras que el cristianismo se pretende como una autonomía relativa y una racionalidad referenciada a Otro mayor. Los indicios sobre la relación contemporánea entre sociedad tardomoderna y cristianismo no son transparentes, ni unánimes. No se dejan interpretar de un solo golpe. Se trata de una relación complicada, compleja y multicontextualizada. No se puede decir sin más, que la sociedad de alta modernidad se ha secularizado irremediablemente, pero tampoco que siga siendo religiosa, y menos cristiana. Sólo se contribuye a la comprensión de esta relación compleja, incierta, de contornos no bien delimitados, a través del análisis de objetos de estudio sociológicamente construidos, con base empírica y en contextos pertinentemente delimitados.

Esta investigación busca acercarse a través de la sociología de la cultura, de las identidades en particular, a un fenómeno sociocultural notablemente restringido y delimitado, donde interseccionan la iglesia católica y la sociedad mexicana, a finales de los años noventa y principios del siglo 21: la identidad de jóvenes que se forman para ser religiosos y sacerdotes hoy en México. Específicamente, se pretende investigar las narrativas en torno a los procesos de configuración de la identidad de individuos en formación dentro de la vida religiosa. Se ha entrevistado a individuos jóvenes actualmente sujetos a procesos de formación para la vida religiosa y el sacerdocio dentro de varias congregaciones religiosas en México. Algunos en una etapa inicial del proceso formativo, otros, en un momento terminal (cinco y cinco); y además, a dos sacerdotes responsables de estos dispositivos formativos. No sobra decir que la perspectiva de la investigación es estrictamente sociológica, sin pretensión alguna de dar validez o de reprobar las representaciones y prácticas, los sentidos y dispositivos que la narración enuncia.

Se trata de comprender la manera en que estos individuos organizan su proceso de identificación: cómo dotan de sentido las diferentes prácticas de esta trayectoria de formación, tales que derivan en la adquisición de esta peculiar identidad. Particularmente se pretende describir y analizar las tensiones y las rupturas que se encuentran inscritas en esta trayectoria identificatoria. Se quiere aclarar cómo el proceso de identificación de estos individuos se confronta constantemente con una serie de referentes biográficos, socioculturales y religiosos, de iglesia y de congregación, y cómo se resuelven estas confrontaciones tan peculiares en una serie de negociaciones identitarias, algunas grupales y otras personales que cristalizan individualmente como elementos resultantes de este particular entrecruzamiento. La investigación pretende hacer una elaboración sociocultural, teórica y analítica, de un dato evidente: estas instituciones de creencia que son las congregaciones de vida religiosa, y particularmente, los jóvenes que se adhieren a ellas, viven constantemente cruzados por las lógicas de dos espacios, no necesariamente compatibles: las lógicas de la modernidad que se despliega incesante y las lógicas de la creencia y sus propios dinamismos. En síntesis, el tema de la investigación refiere a las tensiones, las rupturas, las continuidades, las aporías, o quizás los falsos dilemas, de esta relación, considerada en procesos concretos de identificación.

La metodología de la investigación es el análisis de estas doce entrevistas individuales, semiestructuradas, con metodología cualitativa, bajo el presupuesto de la formulación de teoría fundamentada, que permite aplicar y reconstruir las categorías conceptuales de las que se dispone con los materiales de las entrevistas. Si el tema religioso tiene su público en los estudios culturales; el asunto de la vida religiosa, no sólo no es poco estudiado, sino prácticamente desconocido. El mundo de los sacerdotes y más aún de los religiosos, se conoce poco en la vida cotidiana de esta sociedad, y menos en los ámbitos académicos. Por eso se han destinado los dos primeros capítulos a amplios ejercicios de contextualización.

El capítulo I pretende ubicar el fenómeno en sí mismo. Quiénes son los que ingresan a una congregación u orden en la sociedad mexicana actual, qué supone esa peculiar formación, cuáles son los requerimientos, dificultades básicas y vicisitudes a las que se enfrentan, buscando también reseñar cómo son considerados éstos de cara al conjunto social.

En el Capítulo II, el esfuerzo se centra en hacer una ubicación más sistemática de la iglesia católica, tanto en su dimensión sincrónica, como diacrónica, particularizando, en el fenómeno de la vida religiosa tal como ha devenido en los últimos cuarenta años, tras el muy relevante acontecimiento eclesial de puesta al día, que significó el Concilio Vaticano II. El capítulo se inicia poniendo un piso a la tan prolija discusión de la secularización; asentando cómo ha devenido lo religioso en las sociedades modernas, eligiendo y presentando alguna de las lecturas de la secularización.

La investigación ha requerido un concepto básico, a la vez fuerte y flexible con el cual laborar. Por eso en el capítulo III se formula como insumo teórico y analítico básico, una definición de identidad que permitiera dar cuenta de lo procesual y de lo negociado en la adquisición de ésta. De modo que ha sido mejor hablar de procesos de identificación. Así se podría entender lo que cambia en el trayecto de adquirir una identidad y lo que permanece a través de estos cambios, referidos a:

  • Las posibilidades y condiciones de una mutación, transformación o “conversión” identitaria tal como es entrar en un seminario, “irse de padre…”.
  • Explicar la transformación del sentido con que los sujetos dotan a sus prácticas en diferentes momentos de las trayectorias formativas.
  • Dar cuenta de las negociaciones que se establecen en el proceso identitario entre los dispositivos institucionales y sus requerimientos, y por otro lado, las interpretaciones individuales. Es decir, de la dimensión estratégica y política de este proceso de identificación.
  • Enlazar lo fuertemente subjetivo de un proceso identitario como este de la vida religiosa, con los marcos societales en los que se inscribe, dentro una sociedad como la mexicana  inserta en diversos procesos modernizadores y atravesada por una serie de crisis y deficiencias estructurales. De modo que muchos procesos subjetivos se entiendan bajo la mirada de la crisis.

Los capítulos IV, V y VI contienen el análisis del material empírico, que se busca comprender desde las dimensiones del concepto de identidad y desde el devenir histórico cultural de los procesos de identificación como ocurren en estos recortes peculiares de Modernidad en los que están inscritos los sujetos de estudio; en las coordenadas donde se intersectan con el espacio de creencia que es la vida religiosa.

Así en el capítulo IV el análisis toma por objeto las narrativas, buscando cómo devienen los sentidos que los sujetos confieren a su pertenencia a la vida religiosa, ante la institución, ante la sociedad, y ante sus propias trayectorias. En el capítulo V, se toma por objeto el espacio social, visibilizado en el dispositivo que se implementa en una casa de formación; trazando una relación constante con el habitus peculiar que permite a estos sujetos ser convocados, estar dispuestos a ser formados, pero también, resistirse y ser activos agentes de cambio de las condiciones sociales que los contienen. En el capítulo VI, el análisis tiene por objeto recolectar y contrastar representaciones sociales y prácticas, buscando reconocer la trayectoria de lo social, como es interiorizado y luego hecho discurso por los sujetos, pero también, las discontinuidades de los discursos en referencia a las prácticas en las que efectivamente se comprometen los individuos.

Probablemente esta investigación no haga más que delimitar o remarcar mejor los trazos de una panorámica que ya es conocida, o al menos mirada por sus actores. Por la misma razón, también es probable que en sí carezca de más novedad que la de pensar teórica y analíticamente ­–se espera que con plausibilidad y coherencia sociológica– algunas de las vicisitudes de constituir un espacio social dentro de otro espacio social. Un espacio centrado en la creencia, dentro de otro plural e híbrido, sin un único centro cultural.

Finalmente, la investigación conmina al aprendiz de cientista social a mantener este apasionante rastreo de lo social en lo cotidiano, en lo subjetivo, en los espacios aparentemente distantes y en los reductos, en los detalles y en los gestos, en las inflexiones de voz y en las cadencias, en lo pequeño, en las creencias y en las elecciones incomprensibles, en las experiencias íntimas, sencillas e inefables; allá, donde aparentemente no sucede nada.


[1] Quasten, Johannes, Patrología I, BAC, España,  1961, pp 239-240.

[2] Kuri Breña, R. de T. Antonio. Ellos tienen la llave. Los Padres de la Iglesia y su tiempo. Ediciones Dabar, México, 1997, pp. 31-47. 125-136.

Experiencia Pastoral en México

Experiencia Pastoral en México
El P. Ralph Hirsh de la Arquidiócesis de Kôln està destinado a atender la parroquia de habla alemana en México. A su vez es párroco territorial de la Arquidiócesis de México. Su experiencia de pastoral urbana es notablemente intercultural. El Padre dió su experiencia como parte de los Cursos de la Maestría en Pastoral Urbana.

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