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Preguntas e inquietudes recogidas en varios momentos en este blog y otros espacios me hacen ver que hay un gran desconocimiento sobre actividades eclesiales, también en lo que se refiere a la preparación de los pastores y agentes de pastoral. Por ejemplo, muchos tienen la impresión de que el trabajo evangelizador se realizara como palos dados al aire, sin una programación mínima. Seguramente no faltará quien se asombre al enterarse de que existen estudios de especialización no sólo en las áreas tradicionales del estudio de la fe, sino directamente sobre la acción evangelizadora en la ciudad.
La Iglesia nació en la ciudad. Las redes de evangelización de los primeros siglos dependieron fundamentalmente de las estructuras de comunicación que se habían generado en el imperio romano, que giraba en torno a ciudades. Todavía hoy, uno de los referentes principales de las actividades pastorales son las ciudades. En el Documento de Aparecida leemos: «Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y plural. La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología… La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual. Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en la Iglesia nuevas experiencias… Pero se notan actitudes de miedo a la pastoral urbana; tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura» (Documento de Aparecida, nn. 509-513).
Lo cierto es que se trata de una actividad que no se puede improvisar. Aunque los hombres de fe reconocen que el Espíritu de Dios conduce las acciones por encima de las limitaciones e incluso infidelidades de los hombres, desde el punto de vista humano nos corresponde poner lo que está de nuestra parte. Es lógico que se plantee también el desafío de un estudio serio sobre la realidad urbana.
La Arquidiócesis de México ha sido siempre, por razones obvias, un peculiar emblema de la realidad urbana. Su principal centro teológico, el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos, ofrece desde hace dos años una maestría en Pastoral Urbana, cuya primera generación, conformada por cuatro sacerdotes y cinco laicos, está a punto de concluir sus estudios. Se ha buscado en su plan integrar la perspectiva sociológica con la teológica y la de la planeación estratégica. Los egresados y egresadas podrán así participar en campos de evangelización con una capacitación del más alto nivel.
Con la participación de docentes provenientes de los más representativos centros universitarios de estudios urbanos de nuestra ciudad, se ha logrado establecer con ellos una base teórica sólida. Se ha desarrollado, igualmente, una importante reflexión teológica de lo que caracteriza la pastoral urbana, con la conciencia de que el ámbito citadino es también lugar de manifestación de Dios y encuentro con Él, así como lugar de su acción salvadora. Los estudios sociales y los métodos de investigación adecuados a la realidad religiosa en la urbe permiten entender las características de las grandes ciudades y establecer planes que logren incidir en ellas, aunque es aún una línea de desarrollo de investigación que debe ampliarse y profundizarse.
A partir del próximo mes de agosto se abrirá una segunda generación, que podrá incorporar ya los resultados de la experiencia anterior. La maestría se ha venido ampliando para hacerse accesible a un público que no necesariamente aspire a la maestría, pero sí se interesa en algunas ramas de su contenido, ofreciendo cuatro diplomados: teología eclesiología urbana, métodos de investigación social, técnicas de evangelización y estudios urbanos específicos. Como preparación se cuenta ahora con un curso de Iniciación a la Pastoral Urbana, que tendrá lugar del 13 al 31 de julio y que contará con el atractivo de transmitirse en vivo a varias sedes de América Latina, ofreciendo una incomparable experiencia para el intercambio de visiones y experiencias desde diferentes realidades de nuestro continente.
Aunque los retos son inmensos, alegra saber que existen esfuerzos serios por responder a los mismos, y podemos recordar todos, pastores y fieles, que las acciones evangelizadoras no deben nunca improvisarse.