Hace algún tiempo comencé a escribir acerca de la pastoral urbana y, entre las primeras líneas de mi escrito, puse que ya no era necesario definir qué es pastoral urbana. De pronto me di cuenta que llevaba nueve páginas y no terminaba de definirla.
Hoy, recuerdo aquella anécdota porque a estas alturas el concepto “nueva evangelización” parece ser ampliamente conocido y utilizado. O tal vez, incluso, pasado de moda.
La pandemia es una clara oportunidad de poner en marcha la nueva evangelización. Permítanme situar el concepto con estas ideas: la misión esencial de la Iglesia es comunicar la Buena Nueva -esto es- el anuncio de que Dios nos ama como sus hijos y nos ha elegido para la salvación. Que Jesús viene a dar Testimonio del Padre y que, por el Espíritu Santo, nosotros, los bautizados, venimos a unirnos a este misterio. La Iglesia es instrumento para comunicar y vivir este Mensaje. Recordemos que en el Evangelio de San Juan se nos dice que el Mensaje se encarnó y puso su casa entre las nuestras, se volvió un vecino más en la ciudad.
La Nueva Evangelización es una convocatoria a mantener el impuso de comunicación del evangelio en las realidades de la cultura contemporánea, de ahí que en su momento el Papa San Juan Pablo II empleara esa recordada y sonora expresión: “evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión”.
A pesar de todo, siempre me queda la duda de si estamos entendiendo cuál es la novedad a la que se refiere. Siguiendo con mi incumplido esfuerzo de brevedad, considero necesario puntualizar algunas interpretaciones erróneas o insuficientes:
1) El mensaje lo es todo, el lenguaje es lo de menos.
Si se trata de comunicar el Evangelio entonces es cuestión de hacer más de lo mismo. Multiplicar las acciones. Si se trata de un renovado ardor, entonces hay que hacer muchas, muchas cosas… iguales.
El activismo pastoral -monótono- ha caracterizado las iniciativas que en los últimos treinta años han ido erosionando la presencia de la Iglesia en el mundo y la cultura contemporánea.
2) Quedarse con el medio y olvidarse del mensaje.
Por el contrario. Creer que lo que importa para hacer llegar el mensaje a un nuevo destinatario es el medio, como si se tratara de escribir en facebook las mismas palabras que antes escribimos en papel.
Si me permiten hacer un pequeño paréntesis histórico, en 1914 los alemanes invadieron Francia, en aquel momento los estrategas de este último país creían que el radio no podía sustituir a las palomas mensajeras para llevar los mensajes al campo de batalla. Pero, no es sólo cuestión de mandar el mismo mensaje, porque el mensaje también tiene que cambiar de acuerdo con el medio, como escribió McLuhan en 1964.
3) Pensar que el mundo no ha cambiado, ni debería cambiar.
Si se habla de una nueva evangelización es precisamente porque los tiempos han cambiado y, por ello, la evangelización también tiene que cambiar. Si bien, Jesús es el mismo, ayer, hoy y siempre (Hebreos 13, 8), las personas, los interlocutores de Jesús, sí cambiamos, sí somos otros.
La cultura contemporánea es una cultura diferente. ¿En qué es diferente? Destacadamente en que esta es una sociedad plural, donde diferentes catálogos de valores circulan por las calles, donde la cultura no es uniforme, sino que existen diversidad de culturas urbanas y donde, en último término, esta diversidad significa que la Iglesia tiene que traducirse para lograr comunicarse.
Y me parece necesario también señalar que no nos abandona la nostalgia del “todo tiempo pasado fue mejor”, olvidando que quien toma el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios (Juan 9, 62).
4) Pretender que el destinatario se adapte para que me entienda.
Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar países que hablan otro idioma, hemos tenido que esforzarnos por hacernos entender. Es ilógico pensar que si viajo a otro país, serán las personas con las que voy a interactuar, quienes deban aprender mi lenguaje y no aprender yo el suyo. Esta forma tan ilógica es la que parece prevalecer entre muchos agentes de pastoral que dicen estar abiertos a escuchar, cuando lo que quieren en el fondo es ser escuchados, pero sin aprender el idioma del otro. Vivir en la misma ciudad no significa que no estemos frente a diversos lenguajes que no alcanzan a comprenderse…. Porque todo lenguaje es al mismo tiempo un marco de valores, como escribió Saussure.
5) Creer que a la gente no le interesa.
El último problema radica en el prejuicio que descalifica de antemano el esfuerzo evangelizador. Suponer que a la gente no le interesa porque sencillamente no nos podemos hacer entender.
Aquí tiene una página de un idioma que no conoce. Sencillamente la hacemos a un lado porque no la entendemos, no porque no interese (oprima para saber de qué trata).

Lo mismo sucede porque tácitamente se espera que la gente forme parte ya de mi comunidad de comprensión y que por ello entienda y valore lo que yo les estoy diciendo. Esto no ocurre. Ese sería el punto de llegada, pero no puede ser el comienzo.
Efectivamente la gente pasa de largo; en efecto, la gente cierra la puerta; sí, los jóvenes siguen yendo a sus reuniones, pero no me hacen caso. No porque no les interese, sino porque el lenguaje que yo hablo y los valores de mi lenguaje, no forman parte de su cultura y no los entienden.
La Pandemia como Oportunidad
Desde luego, ver la actual pandemia como una oportunidad no pasa por alto el enorme sufrimiento y dolor que muchos están experimentando. Me interesa destacar que este evento que conmociona a toda la humanidad y que sólo es comparable con otros eventos semejantes de al menos 100 años atrás, rebasa con mucho nuestra capacidad para comprender sus alcances.
En efecto, no es el evento más grave en la historia de la humanidad, pero sí es el más grave que ha tocado a nuestra generación, a la de nuestros padres e incluso a la de nuestros abuelos. Es una crisis y las crisis son oportunidades también. Nos sacuden y nos permiten reflexionar sobre lo que hemos hecho y sobre lo que podemos hacer.
De muchas maneras la humanidad se encuentra en estado de reflexión, de interrogante y de búsqueda. Por ejemplo, se ha achicado la gran confianza que se tenía en la ciencia y en la medicina. La seguridad que se tenía en medios de comunicación y en el poder de los gobiernos -aun los de aquellos países más adelantados- también ha sido rebasada. No menos importante es el cuestionamiento a la fe… la pregunta eterna para la humanidad: “cómo es que, si Dios es bueno, permite la enfermedad, el sufrimiento y la muerte”.
En un estado de desconcierto y de apertura, el Evangelio es oportuno. Es oportuno llamar y acercarse -aunque sea por teléfono, por mensaje o cómo se pueda- a los familiares, a los amigos, a los conocidos. Es oportuno recordar las palabras de confianza y de consuelo del Redentor. Es oportuno inspirar la esperanza en nuestras vidas. Es oportuno multiplicar los esfuerzos, pequeños o grandes, de solidaridad con tantas causas que requieren ayuda. Es oportuno ayudar a encontrar soluciones a quien por cualquier motivo se pregunta ahora -qué voy a hacer-.
Todas estas situaciones, ¿qué tipo de mensaje y que tipo de comunicación requieren?
En este momento de búsqueda muchos están abiertos a tomar un curso o taller, otros esperan simplemente que alguien les escuche, algunos más ya se han agotado por el dolor y necesitan alguien que les tienda la mano… todo ello es una oportunidad para ser coherentes con el Evangelio y todo ello es tan nuevo, como eterno….
¿Qué más te nace hacer?