Ponencia del P. J. L. Pacheco, misionero josefino.
Un nuevo actuar misionero en la comunidad de San José del Buen Consejo, México 2012.
La Rectoría de San José del Buen Consejo se encuentra en Olivar de los Padres, D.F.
Universidad Católica Lumen Gentium
Categoría: Comunicación Pastoral
Después de dos días del viaje de S.S. Benedicto XVI a México ya se pueden ir sacando algunas conclusiones y balances.
Los invitamos a comentar….
A qué viene Benedicto XVI a México, preparemos con una reflexión esta visita y saquémosle provecho para reafirmar la fe y promover la nueva evangelización
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El 21 de marzo de 2012 comenzamos a transmitir el programa de radio semanal.Radio Pastoral Urbana todos los miércoles de 5 a 6 pm GMT-6Los temas del día son:- Protección civil: qué toca al fiel cristiano- La próxima llegada a México del Papa Benedicto XVI- Historia de la Pastoral UrbanaSíganos cada miércoles
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Coloquio 1. Unidades Habitacionales: Análisis socio-económico
Mesa de Discusión. Miércoles 16 de noviembre de 2011
Introducción
La nueva evangelización propone la renovación de los compromisos evangélicos desde la premisa de que la Iglesia está convocada a ser Sacramento de Salvación. En virtud de ello, a los cristianos les corresponde ser testigos del amor y de la esperanza que proceden de la certeza de la Salvación en Cristo.
Lo contrario es encerrarse en una pastoral de sacristía, en la que es más importante el rito y la teoría, en lugar de la fe vivida y testimoniada.
La nueva evangelización, como en su momento dijo Juan Pablo II, se distingue porque es nueva en su lenguaje y en sus métodos. La primera evangelización, que vino con la conquista de América, fue una evangelización que aprovechó la fuerte religiosidad de los pueblos. La nueva evangelización se ubica en una época de indiferentismo religioso y de grandes conflictos sociales. El pluralismo cultural e ideológico es una característica de nuestro tiempo, pero también lo es la religiosidad popular.
** ¿Por qué el proyecto Retos Pastorales de las Unidades Habitacionales?
1) La forma predominante de vivienda en el siglo XXI es el conjunto cerrado.
2) La forma de vida en lo individual, familiar y social es muy diferente respecto de los patrones de vivienda unifamiliar o de periferia que predominaron el siglo pasado.
3) Nuevas problemáticas sociales y antropológicas.
4) Los métodos de evangelización están desfasados:
a) Dependen de templos y en los nuevos conjuntos no hay.
b) Dependen de visiteos y los conjuntos cerrados son inaccesibles.
c) Dependen de conformar pequeñas comunidades o iglesias de casa y en los conjuntos las personas no están integradas, los espacios son reducidos y pensados para que la gente no se reúna, los horarios son incompatibles.
d) La religiosidad popular no está conformada, no hay factores de integración y vivencia social de la religión.
Objetivo
El proyecto de investigación se propone:
CONSTRUIR COLECTIVAMENTE
Una reflexión interdisciplinaria de las condiciones de vida en las Unidades habitacionales del Valle de México y el Valle de Toluca.
Una reflexión teológico-pastoral que inspire los compromisos del Evangelio en estos entornos.
Una respuesta que sirva a nuestra Iglesia para promover la nueva evangelización y la atención pastoral en los conjuntos cerrados.
Ofrecer respuestas pertinentes, proactivas y creativas para lo anterior.
Benjamín Bravo, en el libro «La Urbe reta a la Iglesia», habla de la necesidad de encontrar un lugar para evangelizar, la urbe no es tema fácil para la evangelización, la macrourbe moderna constituye una realidad compleja, sorpresiva y hasta cierto punto inédita. Es, sin embargo, un espacio vital lleno de contradicciones, expectativas y frustraciones. Sus habitantes, a la vez testigos y protagonistas le convierten en un hábitat indeseable y amable. Es un desafío y una tarea.
La pastoral urbana tendría que ser mucho más que un lugar común en el estudio de todos los agentes, de búsqueda y de intercambio de diversos niveles, desde el gobierno pastoral hasta el de los grupos más sencillos. Este congreso y otros espacios semejantes, pueden propiciarlo. La pastoral de ambientes específicos está todavía en una fase inicial.
La ciudad, que no permite descubrir tan fácilmente los imaginarios, los mantiene vivos en múltiples símbolos, concentrados casi siempre en ritos, no sólo religiosos sino seculares. Los imaginarios siempre han estado en los grupos y ciudades y, a su vez, cada grupo social, desde su situación concreta, los recrea, haciendo nuevos los viejos mitos; son, además, sentido de los sin-senidos y germen de sentido en los mismos sin-sentidos.
Así, la ciudad tiene significaciones, gracias tanto a los que excluye. El citadino. Desde su exclusión, o inclusión social, económica, cultural, política, crea imaginarios a su medida. Aunque no los conceptualice, vive, de ellos. Gracias a ellos, el citadino da significado y comprende el mundo concreto que vive. El entorno hostil e imprevisible.
La urbe en sí es un mito. Y esto no sólo en cuanto es una ilusión, sino en cuanto da cohesión a anhelos profundos que la persona humana ha intuido por siglos y ya encuentra realizados en la urbe, aunque todavía no como él quisiera. La urbe es respuesta a su propia realización plena y también anhelo nunca alcanzable, pues siempre seguirá soñando en una forma de vivir que llene aspiraciones no logradas en otro espacio.
Los hombres y las sociedades necesitan un sentido para vivir y subsistir. Sin él, naufragan en el caos. Cada sociedad ha ido generando unas matices de sentido por las que las diversas vicisitudes de la vida personal y social son encajadas y llenadas de significado. Las tradiciones vivientes son un gran acervo de significados. Se ponen en movimiento continuamente para integrar significativamente las novedades y las experiencias que, saliéndose de lo ordinario, amenazan con el sin sentido a la persona y a la sociedad.
Una ciudad será más urbe en la medida en que satisfaga estas tres características. Sin embargo, aunque la ciudad cuenta con estas respuestas, evidencia una doble dinámica: al mismo tiempo que necesita de la sujeción de todos sus habitantes para este funcionamiento, excluye a la mayoría de ellos de la posibilidad de conseguir esta triple realización.
La persona, al no sentir que la ciudad le responde, no la entiende y la experimenta como «caos».
La inclusión/exclusión y la experiencia del «caos» llevan a la persona a buscar asirse de otro tipo de espacios o momentos (lugares, personas, grupos) que le permitan o ayuden a reordenar su caos y a transformarlo en «cosmos». Así:
A nivel familiar, amplía el concepto de familia, desdoblándola, ampliándola: tía, abuela, hija mayor.
A nivel social, amplía las «relaciones primarias»: la red de «seguridad social»: multiplicación de compadres/comadres, la fiesta, el «chupe» semanal con los cuates, la «gorra»
A nivel económico, en torno al deterioro de la vida, por el que la gente «gana» más y come peor, el hambre impele a la tanda, a la vaquita, ala que presta, al Monte de Piedad.
A nivel territorial, o sea, en la «entidad social» don-de uno realiza lo vital de su vida cotidiana: la satisfacción de los servicios básicos, el parquecito, la tiendita, la lechería
A nivel religioso, el santito milagrero, la aparición, la manda, la peregrinación.
A nivel recreativo, la cascarita en la calle, la gorra semanal, la esquina de la calle, el billar, el salón de baile…
Reto 1: Descubrir los espacios (personas, lugares) en donde el citadino reordena su experiencia de «caos».
Reto 2: Generar o potenciar estos espacios alternativos en los que el citadino excluido entiende (está entendiendo) el por qué de su «caos» y en donde encuentra (está encontrando) respuestas alternativas para satisfacer distintos niveles vitales alimentación, salud, dinero, vivienda, transporte, comunicación.
La Iglesia de la ciudad generalmente no ayuda al citadino en esta alternatividad: el Evangelio no le suena a «buena noticia para los pobres» y no espera que las estructuras eclesiales respondan a su necesidad vital. De ahí que intente otras búsquedas.
Si es recién llegado a la ciudad, regresa periódica-mente a su pueblo de origen a revitalizarse con motivo de la fiesta patronal o de los muertos; si es hijo de migrante, se adhiere a grupos religiosos sectas que le ayudan efectivamente a sobrellevar el caos y, en diferentes formas religiosas, se lo convierten en «cosmos»; reinventa nuevos ritos urbanos religiosos y seculares que le permitan ser alguien identificarse a sí mismo en medio de una ciudad que lo tiene en el nivel de nada y nadie: XV y 3 años, fin de cursos, aniversarios de bodas, graduación de kinder o primaria, ermitas callejeras, mañanitas a la Virgen, bautizar, primera comunión; y seculares: tener video, TV a colores, compact, burlas de los políticos, rito funerario, responde al caos con violencia.
Reto 3: La Iglesia debe tomar más en cuenta los ritos religiosos populares, tanto los agrarios como los urbanos, a fin de generar desde ahí un anuncio más liberador.
Reto 4: La Iglesia debe descubrir los ritos seculares que dan identidad a la persona, a fin de discernir su cercanía a los valores del Reino y, en consecuencia, unirse a ellos para potenciarlos.
La ciudad, interlocutora
La ciudad que «habla»
La ciudad habla más simbólica que verbalmente. Es un hablar absoluto y dominante. Impone una manera de pensar y actuar a través de los medios masivos dominados por unos cuantos, no sólo dentro de la propia ciudad, sino a nivel nacional y a veces mundial. La ciudad será más urbe en la medida en que tenga este impacto cultural. En nuestro caso concreto, la cultura dominante es el american way of life. Los valores de esta cultura se imponen como valores dominantes que, al ser aceptados por la mayoría, se transforman en ambiente. Otros valores culturales, vividos por ciertos sectores o minorías, son descartados como ideales, y así, se convierten en ambientes secundarios.
Sin embargo, la ciudad sigue siendo heterogénea. Esto produce los estratos, en donde «los de arriba», que personalizan la forma urbana de vivir, necesitan y excluyen a los de abajo, como si su rebajamiento infrahumano fuese necesario para que exista su «mundo feliz», para ser «gente bonita». La ciudad necesita de desechos humanos, de la «hecificación» de alguna gente.
«Los hombres y las sociedades necesitan para vivir y subsistir. Sin él, naufragan en el caos. Cada sociedad ha ido generando unas matrices de sentido por las diversas vicisitudes de la vida personal y social son encajadas y llenadas de significado. Las tradiciones vivientes son gran acervo de significados. Se ponen en movimiento continuamente para integrar significativamente las novedades y las experiencias que, saliéndose de lo ordinario amenazan con el sin sentido a la persona y a la sociedad.”
Ahora bien, tal como señala Benjamín Bravo “la heterogeneidad hace urgir la separación” y origina también un enorme desafío para la pastoral urbana, como es llamar la atención sobre las desigualdades y tender puentes de conocimiento y solidaridad entre mundos que, aunque coexisten, resultan invisibles unos para otros. Más adelante, tendremos ocasión de profundizar en ésta ponencia acerca del importante desafío que implica dar éstos y otros pasos en pro del fortalecimiento de la justicia social en la ciudad.
Por ahora basta señalar que en nuestras grandes ciudades latinoamericanas podemos presenciar y experimentar la existencia de distintos sectores humanos, que coexisten en el más profundo desconocimiento e incomunicación recíprocos, que marcan una segregación que divide a las ciudades entre mundos insertos en la modernidad, a veces en la opulencia y con fácil acceso a los artefactos y demás productos culturales, y mundos de pobreza, donde hay carencia de condiciones mínimas para la existencia: “Los pobres urbanos corren la mayor proporción de los riesgos ambientales por la situación en que viven. No disponen de agua, alcantarillado ni recolección de basura; están amenazados por inundaciones o deslizamientos; viven, generalmente, alrededor de enormes instalaciones industriales, contribuyen en alta proporción a las basuras no recolectadas y son afectados fuertemente por la contaminación atmosférica carecen de espacio, de agua y de aire”. Se refuerza así la característica de las grandes ciudades latinoamericanas de ser incapaces para brindar trabajo, vivienda, transporte y otros servicios esenciales a una población creciente, lo que acentúa los problemas sociales de todo orden y el deterioro de la calidad del espacio urbano.
«Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.»
Mateo. 28:18-20
La evangelización es dar buenas noticias, predicar, principalmente predicar el evangelio cristiano; ahora bien la evangelización urbana es dar testimonio de nuestro evangelio en la ciudad; y una de las mejores maneras de evangelizar en la ciudad la da la Maestría en Pastoral Urbana que se imparte en el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos. La tarea que comenzó Jesús continua y ahora como reto en una ciudad tan grande como ésta, para dar la buena nueva a los habitantes de la ciudad que viven tan de prisa y saturados de trabajo, continuar con la misión de evangelizar no es fácil pero la Maestría en Pastoral Urbana ofrece una opción para lograr la misión que Jesús Nuestro Señor dejo a sus discípulos y ahora a nosotros como parte de la iglesia instituida.
En la parroquia urbana, la persona del sacerdote no ha pasado de moda, pero su figura no será la del hombre autoritario o centralista, sino la del animador y coordinador de los carismas. Será capaz de promover a los laicos, formar grupos de trabajo con ellos y trabajar en un clima de corresponsabilidad. Tendrá que saber relacionarse con personas de todos los niveles y ser persona de diálogo con la pluralidad propia de la ciudad.
Una parroquia urbana renovada tiene que ser solidaria con el sufrimiento de la población. Los cristianos no sólo acuden a ella para buscar cualquier cosa, sino para convertirse ellos mismos en testigos y misioneros de la gran ciudad.
La parroquia urbana no es comunidad. Las relacione no son de grupos primarios. No es una institución de control del individuo. En ella existen personas que, si son acompañadas, estimuladas y coordinadas, serán capaces de realizar un magnifico trabajo de evangelización.
El Padre Eduardo Lozano es párroco del Templo de Jesús Nazareno en un punto central, apenas a unos 300 metros del Zócalo de la Ciudad de México, en el punto en el que Hernán Cortés fue recibido por Mectezuma, donde se fundó el primer hospital de América y donde reposan los restos del conquistador.
Además de atender este santuario un tanto relagado en la geogrtafía urbana, también promueve una actividad de reflexión y aprovechamiento del patrimonio cultural y religioso del centro histórico de México: La Noche Santa